División del Gran Santander (II)

La Columna del Domingo




En la columna anterior, mencionamos la nueva posibilidad de dividir el departamento de Santander, pero no abordamos la pregunta génesis: ¿por qué se dividió el Gran Santander? Para acercarnos a una respuesta es necesario vincular a dos personajes que marcaron el curso de la política colombiana a principios del siglo XX: Rafael Uribe Uribe y Rafael Reyes Prieto.

Si revisamos los mapas, el actual territorio de Santander perteneció en principio a Cundinamarca (1819), que se dividió en 1824 para gestar el departamento de Boyacá, que más tarde en tiempos de la Nueva Granada se partió en varias provincias: Socorro y Pamplona en 1830, y Socorro, García Rovira, Soto, Pamplona, Ocaña y Santander en 1850. Luego en la época del Liberalismo Radical se juntaron en el Estado Federal de Santander (1857) y Estado Soberano de­ Santander (1861). Años después, tras la consolidación de La Regeneración conservadora, nació el departamento de Santander (1886) que en 1905 y 1908 durante el gobierno de Rafael Reyes se partió en tres: Galán, Bucaramanga y Cúcuta. Finalmente, en 1910 los dos primeros conformaron el actual departamento de Santader, y el tercero, Norte de Santander.

Los límites variaron mucho en esos noventa años, pues algunos territorios llegaron a pertenecer a Boyacá o al Magdalena (como Ocaña, que se unió a Santander a partir de 1857). Es curiosa esa variación de fronteras entre 1908 y 1910: el departamento Cúcuta integraba varios municipios del hoy sur del Cesar como Río de Oro, González y Aguachica, que considero tienen lazos comerciales y culturales más próximos con el occidente de Norte de Santander que con Valledupar, capital del Cesar; y el departamento Bucaramanga incluía a Pamplona, que luego integraría al Norte. Entonces, ¿cuál fue el criterio para trazar los límites definitivos de 1910? ¿Influyeron las élites económicas emergentes en las desiciones políticas del ordenamiento territorial? ¿Fue un acierto o un error histórico?

El caos imperaba en Colombia a principios del siglo XX. La Guerra de los Mil Días culminó en 1902 y al costo humanitario del conflicto se sumó la devaluación de la moneda y la crisis diplomática con Estados Unidos por respaldar la independencia del departamento de Panamá en 1903. En esa coyuntura, llegó al poder Rafael Reyes, conservador histórico, que con “menos política, más administración” pretendió reconstruir y reformar el país, teniendo como pilar la reorganización el territorio.  Pese a las grandes diferencias ideológicas, en este aspecto el presidente electo coincidió con Rafael Uribe, dirigente liberal y beligerante de la guerra reciente, quién en 1904 propuso sin éxito ante el legislativo, la necesidad de reordenar el territorio para mejorar la administración de las regiones, mediante la fragmentación de los departamentos (entre ellos el de Santander). Aunque la propuesta fue retomada por un conservador en el poder, la modificación de la división politica existente tuvo mucha oposición por los temores de separatismo regional, dado el caso reciente de Panamá. Pero RafaelReyes contra todo pronóstico logró la aprobación de la Asamblea Nacional –constituida tras la  clausura del Congreso en 1905– y creó nuevos departamentos.

Luego de cinco años de gobierno, Rafael Reyes es obligado a dejar el poder, y las fronteras de los departamentos creados fueron revocadas en 1910 por su sucesor en la presidencia, el también conservador RamónGonzález Valencia. Pero la semilla ya estaba sembrada, y las elites regionales que ya sabían lo que era gozar de autonomía y de convertir sus regiones en departamentos, presionaron para que se mantuvieran algunas divisiones, como fue el caso de Norte de Santander. De ese modo se respondió a la necesidad de los intereses económicos de los nuevos centros de poder (como Cúcuta), a la vez que el gobierno fortalecía el poder central desde Bogotá (que se convirtió en Distrito Capital), como lo pretendía el orden político impuesto por la Constitución de 1886.

Ramón González, opositor de Rafael Reyes, y naturalmente, de Rafael Uribe, abordó con cautela la inconformidad de los sectores económicos del norte del departamento de Santander, para ratificar con la Ley 25 del 14 de julio de 1910, la creación del Norte de Santander, que evidenció  que de ahí en adelante las élites económicas que comenzaron a fortalecerse, serían determinantes en las desiciones políticas de orden nacional.

Pasados más de ciento diez años de aquella última escisión territorial, sin ahondar mucho en detalles y cifras, se puede decir que Santander (del sur) se mantiene como un territorio pujante no solo en lo económico, sino en lo académico, científico y hasta en el orden público, pues gran parte de su geográfica hoy es posible recorrer por carretera sin la zozobra del conflicto armado. Por el contrario, el Norte sigue estancado y según el Dane (2021) es el octavo departamento con más proporción de pobreza. Aún cuando existen grandes universidades como la Francisco de Paula Santander y la de Pamplona; el Hospital Universitario Erasmo Meoz y el intercambio cultural y económico de la frontera con Venezuela, el Sur sigue estando en ventaja con el crecimiento de la oferta académica de la Universidad Industrial de Santander, el prestigio médico y científico de la Clínica Foscal y la Fundación Cardiovascular de Colombia, y la existencia de mayores oportunidades labores para los profesionales. A pesar de compartir un territorio común en el pasado, los dos Santanderes hoy viven realidades muy diferentes: mientras uno se potenció y es protagonista del día a día del país, el otro se quedó relegado y sumido en grandes problemáticas como el conflicto armado, el narcotráfico, la corrupción y el desempleo. Ojalá el futuro depare mejores posibilidades para el Norte.


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