Las palabras y el maíz
Mi
padre decía que los dioses nos habían regalado las palabras y el maíz… Mi madre,
que la belleza puede ser dicha con palabras… y mi abuela, que el maíz es
sol de la mañana, luz de la molienda. Así como no puede faltar el maíz, son tan
necesarias las palabras como el apetito diario que incita al movimiento. Las
palabras son luz como el maíz; insumo de la creación poética: ejercicio diario, necesidad íntima. Quizás por ello, la poesía todavía
ronda y atraviesa la existencia del hombre… por aquí, por allá... en todo lugar
y en todo momento, porque el lenguaje ofrece esa posibilidad; los signos, las
palabras, trascienden el tiempo y la distancia. Quizás tan solo una absoluta
carencia de sensibilidad impediría reconocerla en las percepciones cotidianas
desde el primer atisbo de luz; en el entendimiento, en el devenir que nos integra.
La
poesía permanece a pesar de la dificultad de nombrar, de la contradicción, de
la apatía, de la negación de lo sublime de la expresión artística… del
descrédito de todo aquello que no sea útil, mensurable, acumulable… Desean que
la poesía solo sea inmanente, enraizada en la vida misma por brotar de la
experiencia sensible, para así embotellarla o repartirla en cajitas. Esa
aparente materialidad la haría susceptible a perecer en las brasas o en la humedad…
pero dado su salto trascendente, sus ínfulas de inmaterialidad, ni el fuego ni el
agua la destruyen, por el contrario, la componen, la complementan, la elevan. ¿Basta
la sensación que las palabras despiertan y que elevan el espíritu?
La
poesía, ese vuelo inexacto, ese vértigo en vaivén que tantea las formas difusas
de un ascender que está en caída constante, manifestación sublime del espíritu;
ese reconocimiento de lo más humano del ser en su vínculo con lo divino.
A pesar de que el poeta es «una cosa leve, alada y sagrada (...), y no está en
condiciones de poetizar antes de que esté endiosado, demente, y no habite ya
más en él la inteligencia.» (Platón, Ion, 534b), la poesía, es «más
filosófica y de mayor dignidad que la historia, puesto que sus afirmaciones son
más bien del tipo de las universales, mientras que las de la historia son
particulares» (Aristóteles, Poética, 1451b). La poesía, es «el arte
universal del espíritu que, libre de las limitaciones de la materia externa, se
sirve del lenguaje como medio de expresión, y por eso es también el arte más
libre y más espiritual». (Hegel, 1955, p. 123). La poesía, es «como un sueño,
pero sin ninguna realidad, un juego de palabras sin lo serio de la acción» (Heidegger,
1998, p. 129). La poesía, es «un abrirse del ser hacia dentro y hacia afuera al
mismo tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la obscuridad» (Zambrano, 2006,
p. 110). La poesía, que es «el
encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro. (…) es una
forma de música. (…) algo que se siente» (Borges, 2001, p. 106)
La
poesía permanece en las conciencias a pensar del silencio y la banalidad que
parece convertir todo en paisaje sin naturaleza; un todo monótono a pesar de
las múltiples diferencias que devienen en cada idea posible de ser pensada. La
poesía no desaparecerá mientras alguien pueda reconocer su carácter envolvente,
su arte espiritual, su revelación contingente en el proceso creativo…
elevación, intensidad y altura, como nos dice Vallejo desde París
(quizás con aguacero) o Ítaca de verde eternidad, como Borges desde
Buenos Aires en fervor.
Aunque sea repudiada por Platón y otros tantos filósofos en su búsqueda meticulosa
y sistemática de la verdad necesaria y absoluta; a pesar de los reparos éticos
sobre su apelación a la mentira creativa ¡Oh Pessoa (2021) el gran
fingidor de Portugal y de sí mismo!, «tan completamente/ que llega a fingir
dolor/ del dolor que de veras siente» (p. 16). La poesía a pesar de ser la
verdad para Heidegger, no es esa última que pretende ser la universal, el
todo cerrado y terminado que quepa con exactitud en un concepto o en una
categoría. La poesía permite alcanzar la verdad, pero está mediada por
la creación, por la capacidad de decir con palabras lo que no se
puede decir de otro modo… nombrar lo innombrable, lo apenas posible; revelar lo
oculto, lo sublime en su intento por ser melodía, por dotar de sentido la
existencia. Heidegger: es hacer, es «acción» con o sin seriedad. Es
también, una forma de verdad.
Es preciso volver a la poesía si nos hemos
distanciado de ella, si se impuso el desprecio colectivo por no ser objeto útil
al sistema de necesidades de estos tiempos frenéticos de crisis global y
ambiciones. Volver a ella a pesar de no servir a ningún interés productivo. Volver
a ella a pesar de no ser la solución a la crisis ni a la ambición. Hölderlin
(1995) en Pan y vino se pregunta «¿Para qué poetas en estos tiempos de
miseria?» (p. 321). El capitalismo,
más insaciable y fluctuante en los indicadores económicos… y en los de la
locura, no verá relevante la presencia del poeta ni de la poesía en su mundo.
Sin embargo, la experiencia vital que ofrece la poesía, que trasciende al
espíritu humano y lo eleva, será siempre ese llamado al que asistimos voluntariamente
y al que nos entregamos sin la esperanza de nada a cambio en lo mundano. La
poesía apenas nos ofrece la elevación, la pérdida del peso de la existencia:
esa levedad, inaprehensible, desde la que es posible la búsqueda constante e incesante
de sentido.
A
pesar de la miseria y de estos tiempos, los poetas y la poesía continúan a
pesar de la dificultad de garantizar la posibilidad de encuentro genuino y
auténtico con el lector, pues la elevación de la palabra poética desde el
ejercicio creativo no puede ser reconocida por sí misma y necesita de una
sensibilidad que la acoja, que la pronuncie, que la haga palabra escrita, música.
La poesía la necesita el espíritu del mundo, el mundo del espíritu
que es el ser humano. La poesía, hecha poema, se erige como alternativa a la
razón discursiva: es razón poética que revela el sentido íntimo del ser y su vivencia,
más allá de lo meramente racional que no alcanza a desvelar todo el sentido.
Poesía y algo más, el resto… esos paisajes sin naturaleza que se acostumbra a ver todos los días, y que por esa repetición sin conciencia se vuelven banales, deslucidos e insignificantes… A pesar de los límites aparentes del lenguaje, a pesar de todo lo dicho, y por el alma de la poesía, permitámonos habitarla y que ella nos habite.
Referencias
Aristóteles
(2022). Poética. (A. Llanos, trad.). Leviatán.
Borges,
J. (2001). Siete noches. Fondo de Cultura Económica.
Hegel,
G. (1955). Lecciones sobre la estética, Tomo III. (J. García Bacca,
trad.). Fondo de Cultura Económica.
Heidegger,
M. (1988). Arte y poesía. (S. Ramos, trad.). Fondo de Cultura Económica.
Hölderlin,
F. (1995). Hölderlin. Poesía completa. (F. Gorbea, trad.). Ediciones 29.
Pessoa,
F. (2021). El poeta habitado. Antología poética. (L. Mendinueta, trad.).
Universidad Externado de Colombia.
Zambrano,
M. (2025). Filosofía y poesía. Trotta.

Comentarios
Publicar un comentario