Cultura ciudadana

La Columna del Domingo


Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos.

Mateo 7:12


Uno no nace ciudadano, aprende a ser ciudadano.

Antanas Mockus Šivickas



Red de Comunidades de Aprendizaje* fue un proyecto realizado en Ocaña, Ábrego y La Playa de Belén entre los años 2006 y 2008 por la Fundación Raíces Mágicas, en el marco del II Laboratorio de Paz en el departamento Norte de Santander. Sin distinción de sexo, estrato social, raza o filiación política, el proyecto se extendió por territorios urbanos y rurales de aquellos municipios, con acciones enfocadas a fortalecer la concepción de ciudad, territorio, convivenciaparticipación o democracia.

Antanas Mockus define ciudadanía como el “respeto al otro desconocido” o como el “derecho a tener derechos”. Lo anterior, implica asumir del mismo modo los deberes adquiridos, y estar dispuesto a reconocer y respetar las diferencias del otro que también integra el espacio geográfico en el que deseamos convivir en armonía.

Tenía doce años cuando tuve la oportunidad de pertenecer a esa red, que a través de expresiones artísticas como la escritura, la pintura, la fotografía, la radio o el cine, estimuló el redescubrimiento del territorio que habitaba y la reafirmación del concepto de cultura ciudadana, que es de lo que más adolecen las ciudades donde he tenido la oportunidad de vivir.

Ocaña, el otro planeta, consigna que tenía carácter comercial, se convirtió luego en la excusa inválida para “hacer lo que venga en gana” y justificar el atropello de las normas de convivencia que hacen posible las sociedades. Pasarse el semáforo en rojo, detenerse y parquear en lugares restringidos, conducir en contravía, colarse en el transporte masivo (que en Ocaña está muy lejos de ser una solución que parece haber fracasado tanto en Cali como en Bucaramanga), son apenas algunos indicios de la crisis de cultura ciudadana.

El estallido social que vivió Colombia entre abril y junio de 2021 acentuó una anarquía que terminó por fisurar los cimientos de la cultura ciudadana consolidada en estos últimos años donde la noción de ella tomó tanta importancia desde las grandes ciudades capitales. En artículo de El País (Cali) sobre la problemática, se menciona en mayo de 2022 que “las razones de este colapso tendrían que ver con el proceso histórico de segmentación urbana y diversidad territorial y étnica de la ciudad, que han generado dinámicas sociales muy complejas”. Lo anterior puede correlacionarse para Ocaña y Bucaramanga, ciudades que han recibido gran parte de la migración de ciudadanos venezolanos y de víctimas del conflicto armado en el Catatumbo, que sin duda aceleró ese proceso de “segmentación urbana y diversidad territorial”, sumado a la ya marcada pérdida del respeto y confianza en la autoridad del Estado, que se generalizó en la pospandemia con el aumento del desempleo y la reducción del poder adquisitivo.

Recuerdo que en la Red se hacía mucho énfasis en que el cambio y la construcción de la cultura ciudadana debe comenzar por nosotros mismos, y que de esa manera podrá extenderse, por ejemplo, a través de la conciencia que los hijos son capaces de formar hacia sus padres y familiares: es más efectivo que sean ellos los que digan a sus padres, que no es correcto ‘normalizar’ un acto como ir en contravía y que se deben respetar las señales y las normas de tránsito. Y es que esa pérdida del respeto por el derecho y la ley, que suele ser confundido con la malicia indígena (otra expresión que justifica muchas de nuestras arbitrariedades) lleva a que impongamos una postura moral particular y que pasemos por encima de los códigos de convivencia. Preocuparse por el otro; ser consciente de que nuestros actos pueden incidir negativamente en el vecino, es ya un camino hacia el fortalecimiento de la cultura ciudadana que es transversal a todos, y que “implica unos derechos, pero también unas responsabilidades”.  La conciencia de ello nos permitirá fortalecer los valores ciudadanos que hacen de los territorios espacios viables para vivir.

Cali y Bucaramanga son ciudades que ya alcanzaron “madurez” por su condición de capitales departamentales y de ejes de desarrollo económico del país, pero Ocaña que pese a tener el título de ciudad desde 1575, una población urbana de cerca de 116.000 habitantes y un progreso estancado, hoy padece los problemas de convivencia en sociedad de las grandes ciudades colombianas. “El cambio comienza por nosotros mismos” nos reiteraron en la Red, que dejó una marca valiosa no solo en los jóvenes de mí generación sino también en los animadores y gestores culturales que lideraron ese proyecto inédito en Ocaña y la subregión occidental de Norte de Santander, y qué es el gran antecedente para futuros esfuerzos de seguir construyendo ciudad, porque ésta sólo será posible y sostenible por sus residentes: masa humana que le da la razón de ser.


Grupo de nodos o comunas ubicadas alrededor de escuelas y colegios de Ocaña, Ábrego y La Playa de Belén (N. de S.), donde participaron niños, jóvenes (junto a sus familias) y profesores. Los 320 beneficiarios  directos desarrollaron aprendizajes y acciones concretas en ciudadanía, historia, educación, comunicación y cultura.


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