En busca de Dulcinea


En vacaciones de julio del año pasado, me puse en la tarea de comenzar a leer una de las obras literarias más brillantes que se haya escrito: El Ingenioso Hidalgo DonQuijote de la ManchaAunque su lenguaje es un poco complejo, característico del barroco español, ha logrado atraparme y ha sido imposible dejarlo olvidado en mi pequeña biblioteca, sin que primero fuera devorado lentamente en mis lecturas nocturnas. La historia que nos cuenta Miguel de Cervantes, o bueno, como el mismo lo expresa, el sabio árabe Cide Hamete Benengeli, esconde en sus página la vida de un hombre que dejó su hacienda a la merced de la criada y su nieta, dejó su vida de hidalgo, su cama amoblada y su biblioteca abarrotada de valiosos libros por un solo objetivo: alcanzar un sueño. Y es que se dio cuenta a sus cincuenta y tantos años, que su verdadero sentido de vivir estaba en poner en ejecución lo que más deseaba. Desde ese momento hasta sus últimos días su capacidad soñadora sería lo que lo mantendría con vida.

A Don Quijote no le fue impedimento su edad, ni su «figura contrahecha», ni mucho menos las mujeres de su hacienda, para convertirse en caballero andante. Tuvo la más mínima lucidez su locura para decidirse a que la vida no se puede vivir de ilusiones vagas, de reproches, ni de suspiros fatuos, sino de sueños que luego se harán realidad.

Es muy frecuente oír que muchos jóvenes cuando terminan sus estudios de bachillerato, se resignan a no hacer nada y quedarse en casa durmiendo. Y es que no sé el porqué este extraño fenómeno del siglo XXI donde pocos son los que sueñan y se proyectan  un camino a seguir en el cada vez más cercano futuro. Quizás sea la empalagosa tecnología que cada día se nos impone casi sin querer, la culpable de la desidia y de que ya no sea tan fácil soñar.

Esta situación la he vivido muy de cerca este año. Año definitivo donde debemos estar llenos de sueños, y más bien debiéramos tener la mente atribulada por no saber que caminos escoger; pero me encuentro con personas que tranquilamente «no saben qué hacer» y continúan sus vidas sin darle la importancia suficiente a esa indispensable desición, dejándola quizás para mañana, como si mañana fuera un día muy lejano.

A veces yo mismo envidio el coraje y gallardía que tuvo aquel hidalgo manchego, que tomando además, la fuertísima inspiración y casi devoción –que parecía ser más fuerte que a la de Dios– por su señora Dulcinea, tuvo suficiente para enarbolarse en las experiencias más descabelladas. Pero él primero las imaginó; luego las hizo realidad. ¿Por qué ahora no hay jóvenes con esa facultad de soñar?

Dulcinea nunca existió, y eso Sancho lo sabía, pero fue la excusa perfecta para seguir adelante, para sobrellevar los fracasos en sus desventuras, para lograr sobreponerse de las diversas trampas con que los «encantadores» los sorprendían cuando les transformaban las ventas en castillos o los molinos de viento en gigantes. ¿Por qué no buscar una Dulcinea que no permita levantarnos y seguir lo que anhelamos? ¿Por qué no enfrentar cara a cara al valiente vizcaíno de la sociedad, que nos influye de forma tan negativa en el resultado de nuestro proceder?

Solo espero que no nos toque esperar hasta los cincuenta años, para darnos cuenta de que tenemos todo una juventud para soñar y hacer realidad.

Comentarios

  1. El miedo que nos habita a trazado la ruta para que don Sancho Panza no acuda a la cita del 23 de Abril de 2012 en el escenario de la villa de Ocaña ,el mandatario ha dicho "Desaperaré la cita para que mi corcel no corra ningún peligro, el medioevo nos invade"

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