Reescribir el destino
![]() |
"Pastora con un rebaño de ovejas" de Anton
Rudolf Mauve
|
Aceptar que la vida es un inmenso libro escrito por Dios de antemano, y que en cada una de sus páginas reposa toda la extensión de nuestra existencia, es una tesis que puede parecer descabellada. Si ya Dios fijó un destino para nuestras vidas, ¿importa lo que decida hacer o no hacer con ella de aquí en adelante? Parece que lo que en un principio puede contener esa avalancha de interrogantes y cuestionamientos es que «justamente es la posibilidad de realizar un sueño lo que hace la vida interesante»; y agregaría: el no saber si lo lograremos o no.
El maktub es una creencia que me inquieta. Esta es la razón por la que decido realizar un
comentario muy objetivo de uno de los best seller del novelista brasilero Paulo Coelho,
a quien considero —tomando las palabras de Héctor Aband Faciolince—: «un escritor rudimentario en el uso del lenguaje, pobre en el pensamiento y elemental en sus recursos estilísticos».
Creo que se debe leer lo bueno y lo malo; lo bueno para ratificar por qué es bueno;
y lo malo, para del mismo modo tener
argumentos para sentenciar por qué es malo,
y en este caso, para entender como un libro «pobre en el pensamiento y elemental en sus recursos estilísticos» llegó a ser traducido en 56 idiomas,
publicado en 150 países, y con más de 54 millones de ediciones vendidas. No
pretendo realizar una «critica a Coelho» ni una «crítica a El Alquimista»,
solo me acerco a una postura objetiva del libro en general y puntualizaré en aspectos
que considero merecen la pena ahondar con una subjetividad crítica.
Después de esta necesaria advertencia
al lector, doy comienzo sin más preámbulo. Paulo Coelho a través de Santiago pretende
transmitirnos esa idea compleja y hasta paradójica del camino por el que
deja su huella la existencia. Maktub
es una palabra árabe que significa «estaba
escrito», y en medio oriente tiene mucho significado y
trascendencia en el curso de la vida diaria, sobre todo por la fuerte
influencia que a esta creencia le proporciona la doctrina islámica. Sin embargo, en el mundo occidental la creencia en el maktub
no es muy aceptada, y las opiniones son divididas. Independientemente de la creencia religiosa, hay quienes creen y hay quienes no creen. Pero si quitamos
todos los velos de la tradición religiosa arraigada y de otras costumbres propias
de la cultura de cada individuo, sigue siendo difícil digerir semejante
sentencia: ¿todo está escrito? Mientras
intentamos responder, surge una pregunta más: ¿Con el maktub se está sepultando el libre albedrío? Según lo que la
historia de Santiago, al parecer Dios ya sabe
incluso lo que vamos a elegir dentro de ese azar de posibilidades que nos ofrece
en nuestra vida terrenal. De esta manera, todas estas objeciones nos llevan a
una idea más consolidada, sin tantos ripios o complejas justificaciones. Todo
esto del destino nos lleva a un solo
camino: a creer; a creer en lo que Coelho define como la leyenda personal, y que prefiero llamar designio existencial.
¿Qué es la leyenda personal? Según Coelho es aquel sueño, aquel anhelo que
brota desde lo más profundo y permanece distante y cercano, casi inalcanzable. Es
ese deseo que quisiéramos cumplir con todas nuestras fuerzas, aquello que
queremos llegar a ser o a alcanzar. Con el paso de los años el entorno que nos
rodea, la rutina, el color de los tiempos, hace que fortalezcamos o no aquel
deseo primigenio. Santiago es la representación de quién después de estar
inmiscuido en un vivir que lo envolvió y que lo distanció de su designio, rompe las telas y sale en su
búsqueda. Pero, ¿siempre es así de sencillo definir y seguir el designio?
![]() |
"Paisaje con ovejas" de Muñoz E.M.
|
Pero Santiago da el gran salto. Sale
a recorrer el mundo junto a sus ovejas en el preludio de su gran designio. El camino desde el principio es
complicado. Coelho nos dice que «cuando quieres algo, todo el Universo conspira para que realices tu deseo». Pero no estoy de acuerdo; pienso que es al revés:
el Universo conspira desde el comienzo para que no realicemos nuestros deseos.
Porque aquellas señales que tanto le menciona Melquisedec, Rey de Salem, son
las primeras piedras con las que tropiezan nuestros zapatos.
Cuando Santiago se encuentra con el Rey de Salem antes de su
partida de España —un encuentro bastante pobre literariamente hablando—, y conversan sobre la posibilidad de cumplir aquel sueño que
tanto le inquieta, comienzan a desplegarse las primeras luces de
la oscuridad, las primeras dificultades: el tesoro está muy lejos, no sabe cómo
llegar a las pirámides de Egipto, ¿y los peligros en tierra foránea? ¿Y el
desierto? ¿Y sacrificar tanto por un sueño? Parece que ante los grandes deseos
la razón se doblega por la pasión. Y he aquí uno de los momentos más
delicados y trascendentales de la vida: lo
hago o no lo hago. Muchas veces vivimos a la sombra de las grandes cosas
que no hemos sido capaz de hacer. Pero surgen preguntas como: ¿no será mi deseo
un impulso caprichoso? ¿No
será acaso el producto de la inmadurez?
Como lo mencionaba anteriormente,
Santiago parece que ya solucionó estas preguntas, y poco importan en el
contexto desde donde comienza la historia que nos narra Coelho (ese aspecto tan
importante que el autor no aborda, le resta mucho peso a la historia, porque en
el génesis es donde está la verdadera dificultad de todo acto humano). Lo que
viene ahora para Santiago es la aceptación de la decisión tomada, el asumir el
reto, las dificultades que son necesarias sortear para alcanzarlo (todo esto
también, parece, está escrito de
antemano por Dios). Entonces, se enfrenta a varios golpes (¿También
estaban escritos?): llega a Marakesh
y un pueblerino lo traiciona y roban toda su fortuna mientras organizaba su
partida al desierto con destino a Egipto; debe trabajar vendiendo cristales y
luchar más que contra la necedad de su
patrón, contra los deseos propios del otro lado que su ser que lo
incitan a volver y dejar la aventura; debe enfrentarse a la imposibilidad de un
profundo amor a primera vista, a la insoportable espera; a la travesía junto a
un estudiante inglés por el desierto en guerra; a la incertidumbre de ser
ejecutado por la sinceridad de un sueño que predice una realidad inminente, casi
del mismo modo como tiempo antes una gitana había predicho su más profundo
anhelo.
En medio de tantas adversidades,
aparece la luz. Santiago conoce al Alquimista, quién pronto se convierte en su
guía hacia la realización de su designio.
Ambos comienzan a reescribir el camino,
y cuando digo reescribir me refiero a
descubrir, a repintar esas letras que
ya están grabadas en las hojas sagradas. Sin embargo las adversidades no se
detienen. Ahora Santiago es hecho prisionero por sospecha de ser un espía por
parte de uno de los clanes de la guerra. Pero para este momento ya él había comenzado
a dominar las enseñanzas de su maestro el alquimista. El acto de convertirse en
viento y salvarse nuevamente de una ejecución, lo interpreto como analogía de con un verdadero acto de fe, una
comunión íntima con su propia alma, un acto profundo y necesario de
introspección, en el que nos salvamos,
en el que logramos adentrarnos en los muros sin puertas de nuestra existencia,
mas no como el milagroso poder de la mente, de la fe en Dios (porque de ser así
cuántos periodistas europeos se habrían salvado de las ejecuciones del EI)
![]() |
"El desierto" de Gustave Guillaumet
|
Y a diferencia de como terminan la
mayoría de las historias en la vida real, la de Santiago tiene un final
feliz. Llega a las pirámides y se da cuenta que el tesoro no está donde sus lágrimas
tocaron el suelo; su tesoro estaba en España, en aquella iglesia donde solía
descansar junto a sus ovejas. ¿Cuántas veces los grandes tesoros están debajo
de nuestros pies? Pues parece que Dios no juega a los dados como dijo Einstein.
¿Por qué nos hace dar tantas vueltas alrededor del mundo si todo siempre ha
estado ahí? ¿Estaba eso también escrito? Bueno, a veces me pregunto
¿quiénes somos nosotros los humanos, los mortales, para juzgar a Dios? Somos una
pequeñez en el universo, y Dios escribe
las formas que mejor le parecen para enseñarnos cómo vivir (¿Cómo vivir?). ¿Habría
aprendido Santiago (¿lo aprendió?) los diversos matices de la vida si no
hubiera realizado aquella travesía por el desierto? ¿El Alquimista no es como
una pequeña representación de ese designio
de Dios en la tierra para con los humanos?
¿Están de acuerdo en qué sería muy aburrido vivir una vida en la que ya sabemos
lo que nos sucederá, en la que ya sabemos las decisiones que tomaremos, si
logramos o no nuestros sueños?
Es difícil creer… y más creer en
Dios y en su poder benefactor. Sin embargo, creemos y aceptamos a veces su voluntad. El día que descubramos su gran secreto, Él mismo se encargará de no buscar un Noé que salve de
nuevo a la humanidad de la extinción. Ante esa imposibilidad de comprender los
actos y la justicia de Dios, el amor nuevamente surge como la única resistencia,
como aquel lenitivo que nos hace soportar lo insoportable, y Santiago lo sabe con su regreso al oasis en el medio del desierto donde lo espera Fátima: «cuando amamos siempre deseamos ser mejores de lo que somos».




Comentarios
Publicar un comentario