Un abrebocas al País de la Canela
Hemos venido
untándonos de la relación histórica existente entre nuestra madre patria y
nosotros desde que comenzamos en la escuela primaria a tener curiosidad por
nuestro origen. Nos han dicho que somos una mezcla de culturas, donde se
impuso la española sobre la autóctona, sobre la de ese gran imperio
americano que incluyó a la actual Colombia: el imperio Incaico. Aquel
organizado estado precolombino partía desde Pasto al sur de nuestro país hasta Talca en el sur de Chile, abarcando además a las actuales repúblicas de
Ecuador, Perú y Bolivia.
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«William Ospina con El País de la Canela continúa con su trilogía sobre los viajes al Amazonas durante el siglo XVI, que inicia con Úrsua (2005) y termina con La Serpiente Sin Ojos (2012)»
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Cristóbal de
Aguilar, protagonista de esta segunda parte de la trilogía sobre los viajes al
Amazonas del siglo XVI del reconocido escritor tolimense William Ospina, es hijo de un
importante conquistador español ficticio, procedente de La Española,
conformada actualmente por las repúblicas Dominicana y de Haití. Él joven a los
doce años recibe una carta de su padre donde le describe detalladamente el
nuevo lugar que descubrieron y lograron colonizar. El joven al igual que el
lector, se maravilla por el nivel de desarrollo de la capital de imperio
incaico y de la majestuosidad de su cultura. La riqueza de aquel lugar ha
fascinado a los colonizadores; el oro y la canela en siglo XVI tenían un valor
muy similar, y ahí abundaban.
Cuando nosotros
intentamos digerir la historia de la conquista de América o por lo menos
memorizamos fragmentos de la misma, tal vez no tuvimos la misma impresión que
poseemos hoy. Nuestros cerebros de niños no calaban la magnitud de los hechos
ni de las atrocidades perpetradas por los invasores contra nuestros antepasados. Cuando
el joven lee la carta parece que despierta a la realidad, descubre quién es su
padre, quienes son sus compatriotas y cuál será su papel en América. Perdiendo
la inocencia, se da cuenta de realidades sorprendentes: por ejemplo, que en el
imperio son más importantes los reyes incas muertos que la misma riqueza.
Cuando se notifica como se ha dado de baja al máximo rey inca, le hace saber
que aquel lugar de maravilla pronto será un infierno, y el legado inca caerá y
se impondrá la hegemonía colonizadora española, aunque es poco probable que
previera los sucesos inesperados que vendrían luego en el cumplimiento de sus
nuevas metas.
Aunque el
pensamiento de Cristóbal parece ser crítico, no toma partido, no defiende a
unos ni a otros, solo expresa la impresión bajo una visión objetiva. Hay razones para esa forma de elegir: pese a todo es de sangre americana. Aunque al mismo Cristóbal le cueste creerlo, la madre española a la que
siempre reconoció hasta sus quince años, fue una «mentira piadosa» de su padre
para que no perdiera los beneficios que ostentaba por ser hijo de
español. Aquella insólita confesión la recibió en medio de la conmoción
causada por otra fuerte confesión: la muerte de su padre. La primera confesión de Amaney, la nodriza indígena que
fue su madre tras la supuesta muerte en parto de aquella, significaba la pérdida de su condición de español puro, y no estaba dispuesto a aceptarlo por más pruebas que la indígena le hiciera ver.
Sin embargo, mantiene su relación con ella aunque ya no con la
misma estreches.
Ya a los
diecisiete años, más maduro y convencido de la investidura que ostenta, acepta y asume su nueva misión en América, dándose cuenta de la razón por la
que su padre le ha enviado la carta. En la conquista, los invasores eran
personas muy ocupadas, iban y venían, y poseían poco tiempo disponible para
asentarse en un solo lugar, y tratar temas que no fueran la realidad del
momento. La carta al describir todas las maravillas, conquistas y barbaridades
cometidas en Cuzco, quería darle una claridad de lo que su padre tenía en
propiedad, y tras su muerte heredaría. Cuando él se da cuenta de su descubrimiento,
es cuando relaciona equívocamente que su nodriza pretende tomar parte de dicha
herencia, al declararse su madre.


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